El socialismo en sí mismo ni es ateo ni es religioso. Es un sistema económico, un movimiento político y una teoría social. La mayor parte de los socialistas creen que el gobierno nacional o local, en vez de los individuos, debe ser el dueño de los recursos y controlar su uso para el bien de todos. El socialismo aboga por la nacionalización de tierras, fábricas y otros medios básicos de producción; intenta aliviar los males de una sociedad capitalista; cree que el gobierno debe prQveer servicios de bienestar al pueblo.
Hoy en día los partidos socialistas se encuentran en muchas naciones; algunas de éstas tienen gobiernos socialistas, y casi todos los países del mundo han adoptado sus ideas y métodos. Por lo tanto, ¿puede haber objeción religiosa al socialismo? La respuesta es "no", pero es un "no condicional". El cristianismo rechaza sólo la forma de socialismo que se impone por la fuerza y priva al individuo de sus derechos humanos. De otro modo es simplemente un sistema más de economía y de gobierno.
La forma del socialismo que choca con el cristianismo es el marxismo, o sea el comunismo. ¿Por qué? Porque recurre a la violencia para obtener poder sobre las naciones, ejerce coerción sobre sus súbditos y es militantemente antirreligioso. Más que cualquier otra ideología, el marxismo es responsable de un asalto total contra la fe cristiana.
¿Cómo adquirió el comunismo estos rasgos? Su fundador ateo, Karl Marx, observó la explotación de los pobres, por los dueños de las industrias en el siglo XIX y fue conmovido a ayudarlos. Vio también que la iglesia no hizo nada para aliviar la opresión de la clase obrera. En efecto, le parecía que la religión era responsable de la actual miseria social del proletariado. Razonaba así:
En vez de provocar a los trabajadores a la lucha abierta para mejorar su mísera situación, se ha adormecido ese espíritu de lucha por la promesa en una recompensa de ultratumba. "La religión es el suspiro de la criatura atribulada, el corazón de un mundo sin corazón, coIllO es el espíritu de los Estados sin espíritu. Es el Opio del Pueblo" (las cursivas son nuestras).3
Según Marx, la religión debe ser extirpada a fin de que los hombres vean de una vez sus cadenas de esclavitud y se levanten contra sus verdugos. Esta característica de hostilidad religiosa ha sido un factor muy importante en el desenvolvimiento del marxismo.4 Aunque el comunismo se preocupa por ayudar a las masas, algunos de sus líderes han empleado la fuerza para imponer su doctrina atea sobre multitudes de hombres y han buscado edificar una civilización sobre el rechazo de la creencia en Dios y la aceptación del materialismo dialéctico.
Para neutralizar y capturar la mente moderna los marxistas dependen del cientificismo. El hombre moderno conoce la ciencia, ésta es recalcada, y quienquiera que conoce la ciencia -dice la propaganda- no puede creer en lo sobrenatural y mucho menos en el cristianismo que se basa en lo milagroso. El comunismo es una cosmovisión basada sobre un bien articulado cuerpo de doctrina -filosófica, económica, política y social- que pretende proveer la única viable explicación científica del mundo.
El prejuicio contra lo sobrenatural, sin el cual la teoría marxista de la relatividad de la verdad y de moralidad, no puede sobrevivir, es racionalizado por una sutil, pero injustificable, apelación a la ciencia.
Por ejemplo, el cosmonauta soviético Gherman Stepanovich Titov observó ingenuamente: "En mis viajes alrededor de la tierra no vi a Dios ni a los ángeles." Otro cosmonauta contemporáneo del ruso, John Glenn, observó: Si Titov pasó una buena parte de su tiempo o energía en el espacio estando a la expectativa de verlo, estaba ocupado en tratar de colar el total de la realidad por un colador impropio para tal cosa. "El Dios al cual oro, no es tan pequeño para que yo esperara verle en el espacio."
El ateísmo del marxismo ha conducido una cosecha amarga. C. S. Lewis, apologiSta cristiano, comenta que no sólo el necio ha dicho en su corazón, "No hay Dios", sino también han dicho lo mismo los asesinos y los ladrones. Sin temor a Dios, los marxistas han llenado de violencia la tierra con sus guerras de "liberación". Joseph Stalin hizo morir de hambre a más de 10.000.000 de kulacs, Abimael Guzmán dirigió el sanguinario Sendero Luminoso del Perú y Pot PoI de Cambodia asesinó a medio millón de sus paisanos. Estos líderes marxistas figuran entre los monstruos más despiadados de toda la historia.
Es de admirarse la visión de Marx por la justicia social y por el mejoramiento de la condición de los oprimidos. Ha hecho mucho para refrenar el egoísmo de los capitalistas llamando la atención del mundo a los males del sistema.
Por otra parte, es lamentable que Marx no se dio cuenta de que el cristianismo podría ser una tremenda fuerza para realizar muchos de sus ideales. Parece que nunca llegó a conocer las enseñanzas de los profetas hebreos, las cuales presentan una norma elevada de la ética social, de otro modo Marx no hubiera acusado a la religión de ser el opio del pueblo. Tampoco se dio cuenta de que el gran despertar evangélico bajo Whitefield y Wesley, en el siglo XVill, provocó las grandes reformas sociales en Inglaterra. Estas fueron llevadas a cabo sin derramar ni siquiera una gota de sangre.
Por otra parte, ningún otro sistema ha remediado los males de la sociedad moderna. En el capitalismo, por ejemplo, todavía las diferencias de clase dividen a la sociedad produciendo desproporcionadas acumulaciones de recursos y poder. En algunos países el 15% de la población posee el 90% del capital. Este sistema depende de la falta de equilibrio para su existencia. Como cristianos nos conviene luchar pacíficamente para solucionar este problema y los muchos otros que azotan la sociedad.
Finalmente, el testimonio de la historia de todas las formas de gobierno, incluso la del derrumbado marxismo, indica que la Biblia tiene razón en señalar que el mal se encuentra en el hombre mismo y no en los sistemas económicos, sociales y políticos. Por más bueno que sea un sistema, tarde o temprano naufragará sobre el fracaso humano. La sociedad no puede ser transformada sin convertirse primero el individuo. Sólo Cristo puede cambiar al hombre. Los mejores sistemas de gobierno eventualmente fallan porque no son mejores que los hombres que los manejan.
3 Johann Fischl, Manual de historia de lafilosofía (Barcelona: Editorial Herder, 1984), p. 353.
4 Ibid.
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