TÚ ERES MI HIJO,
YO TE HE ENGENDRADO HOY
El Salmo 2:7 se cita tres veces en el Nuevo Testamento. Esta referencia del Antiguo Testamento es ilustrativa de la encarnación de Jesús, pero también de su sacerdocio. Empezando en los Salmos, podemos rastrear la calidad de Hijo de Cristo en lo que tiene que ver con su papel como sacerdote según el orden de Melquisedec.
SALMO 2.7 y SUS CITAS
La primera cita: Hechos 13.33
La declaración «Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy», citada en Hechos 13.33; Hebreos 1.5, y 5.5, a partir del Salmo 2.7, indica una acción distinta realizada en un momento dado. En cuanto a la ocasión a que se refiere, la insinúa el contexto tanto en Hechos 13 como en Hebreos 1.
En Hechos 13, Pablo está hablando a los hombres de Israel en la sinagoga de Antioquía de Pisidia; al narrar brevemente la historia del pueblo, habla de David como alguien que había sido «levantado» para ser rey (v. 22). Obviamente, aquí no se tiene en mente ninguna resurrección de los muertos, sino criar a una persona desde el nacimiento y la niñez hasta la
edad adulta, para ocupar un cargo particular en la nación. En el mismo sentido, Moisés había hablado de Cristo como sigue: «El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí». Esto lo cita el apóstol Pedro al hablarle al pueblo en el pórtico de Salomón (Hch 3.22) y Esteban cuando se dirige al concilio (7.37). Esta profecía recibió su cumplimiento en tanto que Cristo fue criado como profeta en la nación como resultado de su encarnación. Ese ministerio él lo cumplió en los días de su carne.
En Hechos 13.32-33, el apóstol Pablo habla de la misma manera en la sinagoga de Antioquía respecto a Cristo. Él dice: «y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús» (v. 33). Es decir, Dios le resucitó en medio de la nación en el mismo sentido que en los otros pasajes que se acaban de señalar. La expresión «de nuevo» en la Versión Autorizada en inglés no tiene ninguna correspondencia en el original. La traducción de la Versión Autorizada añadió la expresión «de nuevo» a manera de interpretación. La referencia en este versículo (a diferencia del siguiente) no es a la resurrección, sino lo que ya se ha dicho. En el versículo 34, el enunciado adicional de su resurrección se hace con énfasis: «Yen cuanto a que le levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias fieles de David». El hecho de que había sido levantado de los muertos está de este modo en contraste enfático con, y como contraparte de, lo que se dijo en el versículo 33 en cuanto a que fue levantado en la nación. Se coloca el énfasis mediante la adición de las palabras «de los muertos».
Ahora bien, en el versículo 33, la declaración de levantar a Jesús en medio de la nación se confirma por la cita del Salmo 2: «Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy». En consecuencia, la referencia de esta cita sería a su encarnación. El orden es significativo: su encarnación en el versículo 33, su resurrección de los muertos en el versículo 34. En estos dos aspectos, el apóstol dice que Dios ha cumplido su promesa hecha a los padres y también ha dado las misericordias seguras de David.
La segunda cita: Hebreos 1.5
Que la declaración «Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy» se refiere a la encarnación lo confirman la cita de Hebreos 1.5 y su relación con el versículo 6. La cláusula: «y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo» mira a la segunda venida (véase Heb 5, en relación con el tema de Cristo como el Primogénito).
Ese evento, todavía futuro, se pone en contraste con el nacimiento de Cristo, su primera venida. Fue entonces cuando Dios trajo a su Primogénito al mundo por primera vez.
En consecuencia, a esto, es a lo que se refiere la cita del versículo precedente: «Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy».
Lo que se dice respecto a la encarnación en esta declaración se puede ver correctamente solo a la luz de la relación personal existente y eterna del Padre y el Hijo. Esta relación personal preexistente halló expresión en ese acto de gracia por el cual el Hijo se hizo hombre mediante la operación del Espíritu Santo de acuerdo a los consejos del Dios triuno.
Que el Señor Jesús fue el Hijo de Dios en esa fase especial de su existencia en la que «participó de carne y sangre» (Heb 2.14), nacido de la virgen María, no implica que 110 haya existido en relación personal como Hijo con el Padre.
Ese acto, realizado con los propósitos de redención en mente, lo efectuaron, además del Espíritu Santo, aquellos que tenían una relación mutua, sin origen, y naturaleza divina como Padre e Hijo. La declaración «Mi hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy» se pronunció en vista del hecho de que ahora, en el esquema de la redención, el que era el Hijo se había encarnado, combinando en sí mismo la humanidad y la divinidad.
Su encarnación constituyó una fase nueva y distinta en la existencia de Aquel que, siendo persona, sin origen, en la Deidad, fue antes «el unigénito en el seno del Padre». Esa relación personal preexistente no hace sino aumentar la gloria de la gracia de su encarnación. Suya había sido la gloria eterna que había tenido con el Padre, y era suya ahora la gloria adicional de esa gracia misericordiosa por la cual se rebajó para hacerse hombre. La misma infinitud de su persona en relación con el Padre impide deducir que su calidad de Hijo empezara en el momento en que el Padre, en vista de lo que tuvo lugar en Belén, dijo: «Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy».
La tercera cita: Hebreos 5.5
La tercera cita se da en conexión con el sumo sacerdocio de Cristo, que forma el tema central de la epístola. Se presenta al principio del capítulo 3 y prosigue desde el versículo 14 del capítulo 4 y al capítulo 5, y desde el capítulo 7 hasta ello. En los capítulos 5 y 7 hay dos puntos que se destacan de manera prominente en la presentación de lo perfectamente apropiado que fue el Señor Jesucristo para su ministerio sumo sacerdotal.
El uno tiene que ver con su encarnación, su experiencia en los días de su carne, su muerte, resurrección y exaltación. El otro tiene que ver con el carácter eterno de su calidad de Hijo.
Respecto al primero, y con vista a ampliar el carácter del sacerdocio de Cristo, el escritor muestra cómo él cumplió todo lo que se predijo respecto a él en el sacerdocio levítico (cap. 5.1-4). Dos cualificaciones marcaban al sumo sacerdote antiguo: era tomado de entre los hombres y era nombrado por Dios para el hombre (v. 1). Esto se cumplió en la persona del Señor Jesucristo. Se hizo hombre, y Dios Padre lo nombró: «y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy» (vv. 4, 5). El pasaje recalca el hecho de su humanidad, los días de su carne, su fuerte clamor y lágrimas, su perfecta obediencia como I1ijo y sus sufrimientos. Su muerte sacrificial fue el cimiento sobre el cual él cumple perfectamente su oficio como sumo sacerdote.
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