¿Dios se puede convertir en humano sin dejar de ser Dios?


por James A. Parker III | 

La respuesta es sí. No sólo es posible, sino que sucedió en el tiempo y el espacio. Los teólogos neoortodoxos (pensadores del siglo xx influenciados por Karl Barth) sostuvieron que, por lógica, es imposible responder a esa pregunta, ya que la fe es una paradoja ilógica y sólo puede verse a través de los ojos de la fe. En los últimos años, los teólogos liberales han negado la realidad de la encarnación diciendo que es un mito y que no es verdad en ningún sentido objetivo. En el siglo XIX, los defensores de la cristología kenótica (que enfatiza que Cristo se despojó, es decir, se «vació» conforme a Fil. 2:7) sostuvieron que en la encarnación, el Logos (la Palabra) divino suspendió las características de deidad porque eran incompatibles con los atributos humanos; esto hace caso omiso de la afirmación de que Jesucristo fue completamente

Dios y completamente hombre (como la Biblia y las confesiones cristianas de la historia declararon). La teología histórica y con fundamento bíblico sostiene que Dios es omnisciente (sabe todas las cosas), omnipotente (todopoderoso), sin pecado e incorpóreo (sin cuerpo), y que estos atributos son esenciales y necesarios para la deidad. Los seres humanos se caracterizan por no poseerlos. Entonces, ¿cómo es posible que Jesús fuera completamente divino y humano a la vez? Con estos argumentos, se ha atacado la doctrina de la  encarnación y se ha afirmado que es ilógica y contradictoria. 

Esta supuesta contradicción lógica se basa en un malentendido fundamental de la esencia de la naturaleza humana, de acuerdo a Thomas V. Morris, en su libro The Logic of God Incarnate [La lógica del Dios encarnado]. Morris sostiene que la manera de salir de esta dificultad insuperable es comprender mejor tres conceptos importantes: (1) las propiedades esenciales frente a las no esenciales, (2) las propiedades esenciales frente a las comunes y (3) la diferencia entre ser completamente humano y ser simplemente humano.

Sobre la primera cuestión, Morris declara que si se quita una propiedad esencial, cambia completamente lo que afecta. Entonces, si se eliminaran los atributos de Dios de omnipotencia, omnisciencia, etc., ya no sería una deidad. Estos son atributos esenciales. Aunque tener dos manos es un atributo común para los hombres, no es una propiedad esencial para ser humano. El principal ataque a la encarnación por parte de los críticos es que la carencia de omnisciencia, omnipotencia, etc., es esencial para ser humano, ya que los hombres no las tienen. 

Esto nos lleva a la segunda distinción de Morris: las propiedades esenciales frente a las comunes. Una propiedad común es que todas las personas que viven en el planeta Tierra nacieron en el planeta Tierra, pero es sólo una propiedad común; no es esencial para su naturaleza humana. Entonces, Morris pregunta: ¿qué fundamento tenemos para saber que la ausencia de atributos como la omnisciencia son propiedades humanas esenciales y no sólo propiedades comunes?

Por último, plantea: «Un individuo es completamente humano [en cualquier caso en que] tenga todas las propiedades humanas esenciales, las que conforman la naturaleza humana básica. Un individuo es simplemente humano si tiene todas esas propiedades además de algunas que lo limitan, como la falta de omnipotencia, de omnisciencia, etc.». De modo que, los cristianos ortodoxos, al afirmar la encarnación, declaran que Jesús fue completamente humano sin ser simplemente humano.

Ronald Nash resume las consecuencias del argumento de la siguiente manera: Esto significa dos cosas: Jesús posee todas las propiedades esenciales para ser humano y posee todas las propiedades esenciales a la deidad. La comprensión histórica de la encarnación expresa la convicción de que Jesucristo es Dios en todo el sentido de la palabra: es decir, posee todas las propiedades esenciales de Dios. Jesucristo también es humano en todo el sentido de la palabra: es decir, posee todas las propiedades esenciales de un ser humano, pero ninguna lo limita. Además, no fue simplemente humano: es decir, no tenía ninguna de 
las propiedades restrictivas que complementan los atributos divinos. A la luz de estas  distinciones, la supuesta contradicción de la encarnación desaparece.


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