por Alberto Mansueti |
Los socialistas dicen que “Jesús echó a latigazos a los mercaderes del Templo”. Pero hay que leer bien esos Evangelios: Mateo 21, Marcos 11, Lucas 19 y Juan 2. No eran simples “comerciantes”, sino gente que comerciaba con la religión. Era para la Fiesta de la Pascua, y vendían las palomas y los animales para los sacrificios en el Templo. Y para las ofrendas, los cambistas les cambiaban a los peregrinos sus monedas griegas y romanas por divisas judías, únicas autorizadas para las ceremonias. Pero el Templo no era para negocio, era para oración, y en cambio se hallaba invadido por todo ese ruido y desorden.
Contra el trabajo y el comercio nada tenía Jesús: su familia y él mismo eran carpinteros, buena parte de sus discípulos eran pescadores, y sus lecciones sobre el Reino son “parábolas agrícolas”: tratan de viñas y de fincas, de hacendados y trabajadores, y nada tienen contra el capitalismo ni a favor del socialismo. El comercio con lo sagrado ya es otra cosa, distinta. Fue como si hoy la emprendiese a latigazos con todos esos Pastores-comerciantes que se enriquecen con diezmos y ofrendas, con “promesas” y “pactos”.
En el libro de Hechos de los Apóstoles se dice que los primeros cristianos tenían sus “bienes en común”. ¿Socialismo? No. Hay que leer bien el contexto. Esto sucedió en una sola de las primeras iglesias: la de Jerusalén, no en las otras. Y como los cristianos de Jerusalén no podían mantenerse a sí mismos, las otras iglesias le recogían una colecta: Gálatas 2,10; I Corintios 16, 1-3; II Corintios 8-9; y Romanos 15, 25-27.
¿Y qué pasaba en Jerusalén? Dos cosas: (1) los primeros cristianos, casi todos judíos, eran ferozmente perseguidos por los demás judíos, en todo lugar, como se lee a lo largo de todo el Libro de Hechos; y en Jerusalén, la capital, la persecución era mayor y más terrible. Y (2) estaban esperando el “Día del Señor”, el castigo de Dios sobre la ciudad, por haber rechazado y crucificado al Mesías, y por perseguir a sus seguidores. En el capítulo 24 del Evangelio de Mateo Jesús profetiza este terrible Día del Juicio, y anuncia las señales que vendrán: falsos mesías, guerras y rumores de guerras, hambres, terremotos y pestes, persecuciones y apostasías, y la “abominación desoladora”. Esta sería la “Gran Tribulación” que marcaría el fin, pero no el fin del mundo ni el fin de los tiempos sino el fin de una era, la Era Judía, y el comienzo de otra, la Era Cristiana.
Los cristianos de Jerusalén vivían como en un “ghetto”, casi en la clandestinidad, y a la espera del juicio divino sobre la ciudad. Por eso no tenían negocios ni bienes propios; y en el año 70, cuando la profecía de Jesús se cumplió cabalmente, y el juicio llegó por fin a la capital, con las legiones romanas del general Tito, los cristianos huyeron, o ya no estaban. Se habían mudado y estaban en la Diáspora, predicando el Evangelio del Reino. Eso de “bienes en común” fue una medida excepcional, para una emergencia, sólo en esa ciudad; no es algo que en el Nuevo Testamento se mande como normativo y obligatorio para todos. Por eso la colecta. Y el matrimonio que mintió sobre el precio de un terreno, Ananías y Safira, se condenó por su mentira, no por resistir al socialismo.
Pero y entonces ¿por qué no se sabe la verdad’ ¿Por qué no son ampliamente divulgadas y conocidas estas interpretaciones correctas de la Biblia? Porque la enseñanza verdadera de la Escritura va en contra de creencias muy arraigadas; en cambio las interpretaciones incorrectas apoyan creencias populares.
Al caso de los mercaderes expulsados a latigazos no lo cuentan cómo fue realmente, porque eso iría muy en contra de prácticas comerciales que hoy son comunes en las Iglesias; y entonces mejor lo acomodan para que apoye las ideas socialistas. Al caso del camello y el ojo de la aguja, lo acomodan para que se vea en favor del socialismo, porque ese diálogo, bien leído, no va contra los ricos, ni contra el capitalismo, sino contra la ampliamente popular creencia católico-romana de que el Cielo es como un premio que uno mismo se gana por “buena conducta”.
Y si ese caso de los “bienes en común” en la primitiva iglesia de Jerusalén se leyera bien, en el contexto de una persecución de los judíos contra los cristianos, y de un juicio terrible de Dios sobre los judíos y su ciudad sagrada, anticipada por Jesús en Mateo 24, podría sonar como “antisemita” (antijudío); y eso ya no sería “políticamente correcto”, ¿me explico? Por eso trastocan Mateo 24 y dicen que habla del venidero “Fin del Mundo”, cuando no es así. Y al episodio de Ananías y Safira en el Libro de Hechos lo acomodan para que apoye las ideas socialistas, cuando tampoco es así.
“Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.” (Mateo 19:21)
ResponderEliminar“No tengan miedo, pequeño rebaño, porque su Padre quiere entregarles el reino. Vendan lo que tienen y den el dinero a los pobres.” (Lucas 12:32-33)