Hay quien no toma en cuanta el testimonio de los primeros creyentes acerca de la vida después de la muerte. Los cristianos que resultaron de la predicación de los apóstoles y en su defecto de cristianos inmediatos a éstos, creían que los muertos estarían conscientes y en el gozo del cielo inmediatamente después de la muerte. Para comprobarlo, basta con leer el testimonio de alguno de éstos es momentos antes de su muerte.
A Justino Mártir, luego de que el Prefecto le amenazara de muerte, le preguntó:
“¿Suponéis que si fuerais azotados y vuestras cabezas cortadas subiríais al cielo para ser recompensados?” El testimonio de Justino quedó grabado para la inmortalidad: “No lo supongo, lo sé y estoy plenamente convencido de ello…”. El relato continua diciendo: “ y efectivamente; los prisioneros murieron glorificando a Dios. Sus cuerpos fueron recogidos secretamente y sepultados con honor”. Eso ocurrió en el año 165 de nuestra era. [1]
Pero también tenemos el caso de Policarpo, quien afirmó de manera categórica:
“…te bendigo por haberte dignado conducirme hasta este día y hasta esta hora para que tome parte e el consorcio de los mártires y en el cáliz de tu Cristo, en la resurrección de la vida eterna, tanto del alma, como del cuerpo, en la incorrupción del Espíritu Santo entre los cuales te ruego sea yo recibido hoy en tu presencia como sacrificio agradable y acepto, del modo que tu Dios sea veraz, la has preparado, cumpliendo las cosas que mostraste de antemano. Por lo cual, por todas las cosas te alabo, te bendigo y te glorifico, por medio del Pontífice sempiterno Jesucristo, tu Hijo Unigénito por el cual, juntamente con el Espíritu Santo, te sea dada gloria ahora y por los siglos de los siglos. Así sea.”[2]
Luego, el relato nos dice que apenas se escuchó el “amén” de Policarpo, el encargado de prender el fuego comenzó su trabajo para martirizar a varios siervos de Dios de aquellos años. Pero éstos habían sabido que Su redentor les había dicho que no temieran a los que matan al cuerpo, porque al alma no la podían matar. Dios bendito, gracias por la divina esperanza que nos das en Cristo Jesús, nuestro Salvador, Amén!
[1] El Martirio de San Justino, mártir en Roma en el Ante Niceno-Library. Citado por Eugenio Dañinas en “Proceso a la Biblia de los testigos de Jehová”. Editorial Clie, 1971. Pág 207.
[2] Eusebio de Cesárea, Historia Eclesiástica, libro IV, capítulo XV: “Padecimientos de Policarpo juntamente con otros en la ciudad de Smirna durante el imperio de Vero”. Edit. Nova, Buenos Aires, pág 185. Citado por Dañinas en “Proceso a la Biblia de los tesigos de Jehová, pág 207, 208.
Testimonios que tendrán siempre memoria delante de Dios. Ojalá también quedara en la de nosotros.
ResponderEliminar