Los
cristianos, naturalmente, creen que debe haber un Dios porque el mundo tuvo
un principio. Y todo lo que tenga un
origen requiere de alguien que le haya dado origen. La pregunta que corresponde
responder, entonces, es cómo sabemos que el mundo tuvo un principio. Tal vez
siempre existió.
El famoso
agnóstico, Bertrand Russell, presentó el dilema en los siguientes términos.
Existen dos posibilidades: el mundo tuvo un principio o no lo tuvo. Si no lo
tuvo, no necesita una causa (Dios). Si lo tuvo, podemos preguntar: «¿Cuál es la
causa de Dios?». Pero si Dios tuvo una causa, no es Dios. En cualquiera de los
casos, no podemos concluir que haya una primera causa sin causa (Dios).
La
dificultad de este difícil dilema es que implica también plantearse una pregunta
que no tiene sentido: ¿Quién creó a Dios? Expresado de otro modo, supone
erróneamente que «todo obedece a una causa» cuando en realidad no afirma
más que «todo lo que tenga un principio obedece a una causa», que es muy
distinto. Por supuesto, todo lo que tuvo un principio tuvo a alguien que le dio origen. La nada
no puede crear algo. Como cantaba Julie Andrews: «No puede salir nada de la
nada. Sería imposible». Dios, por lo tanto, no obedece a ninguna causa porque no tuvo principio.
Si
este es el caso, bastará demostrar que el universo tuvo un principio y probar
que obedece a una causa (por ejemplo, a Dios). Hay dos argumentos contundentes
que permiten probar que el universo tuvo un principio. Uno proviene de la ciencia:
la segunda ley de la Termodinámica. El segundo proviene de la filosofía, y
consiste en la imposibilidad de un número infinito de momentos.
Según
la segunda ley de la Termodinámica, la energía utilizable del universo se está
agotandd. Ahora bien, si el universo está agotándose, no puede ser eterno. De
lo contrario, ya se habría agotado completamente. Si la cantidad de energía
fuera ilimitada no se podría agotar, pero una cantidad limitada de energía
puede agotarse. Por lo tanto, el universo debió tener un principio. Pongamos
l!na ilustración. Cualquier vehículo cuenta con una cantidad limitada de energía
(combustible). Por eso es necesario cargar el tanque cada tanto tiempo, más
seguido que lo que desearíamos. Si contáramos con un enorme e ilimitado tanque
de combustible, ya no tendríamos que cargar nunca más. El que tengamos que
cargar el tanque cada tanto tiempo demuestra que tuvo que haber sido llenado
una primera vez. O, para usar otro ejemplo: un viejo reloj que poco a poco se
queda sin movimiento, y al que debemos darle cuerda para que siga andando, no
se detendría si no se le hubiera dado cuerda en un principio. En resumidas
cuentas, el universo tuvo un principio. Y todo lo que haya tenido principio,
requiere de alguien que le haya dado origen. Por lo tanto, el universo tuvo alguien
que le dio origen: Dios.
Algunos
han especulado con que el universo se retroalimenta o recupera automáticamente.
Pero esta posición no es más que mera especulación sin ninguna evidencia
empírica que la sustente. De hecho, es contraria a la segunda ley de Termodinámica
por cuanto aun si el universo pudiera recuperar su estado inicial, como un
balón que rebota, gradualmente perdería fuerza. No hay sencillamente ninguna observación
que pruebe que el universo se retroalimenta automáticamente. Incluso los astrónomos
agnósticos, como Robert Jastrow, han señalado: «Una vez que el hidrógeno de la estrella
se ha consumido y convertido en elementos más pesados, nunca puede ser
restaurado a su estado original». Por lo tanto, «minuto a minuto, y año tras
año, a medida que las estrellas consumen el hidrógeno, las reservas de este elemento
disminuyen».
Si
la cantidad total de energía permanece constante pero la cantidad utilizable en
el universo disminuye, nunca hubo una cantidad infinita, porque una cantidad
así nunca disminuiría. Esto implica que el universo no podría haber existido eternamente
en el pasado. Debió tener un principio. O, para expresarlo de otra manera,
según la segunda ley de Termodinámica, dado que aumenta el desorden en el universo,
este no puede ser eterno. De lo contrario, el desorden ya sería completo, lo
cual no es el caso. Por lo tanto, debió haber tenido un principio; uno
extremadamente ordenado.
Un
segundo argumento para probar que el universo tuvo un principio, y por lo tanto
que hay alguien que le dio origen, lo aporta la filosofía. Plantea que no
podría haber existido un número infinito de momentos antes de hoy; de lo contrario,
hoy nunca hubiera llegado a ser (cuando efectivamente lo es). Esto se debe a
que, por definición, el infinito no se puede atravesar: no tiene fin (ni
principio). Pero como los momentos anteriores a hoy han sido atravesados,
porque así hemos llegado al día de hoy, debe concluirse que solo puede haber
existido un número finito (limitado) de momentos anteriores a hoy. O sea, el
tiempo tuvo un principio. Pero si el universo de tiempo y espacio tuvo un principio,
su existencia debió obedecer a una causa. Esta causa de todo lo que existe se
llama Dios. ¡Dios existe!
Incluso
el gran escéptico, David Hume, aceptaba las dos premisas de esta argumentación
a favor de Dios. Es más, nunca negó que la existencia de las cosas se debiera a
una causa. Escribió: «Nunca afirmé una proposición tan absurda como que algo
pudiera surgir sin una causa que le diera origen». También dijo que era
absurdo creer que había un número infinito de momentos: «El mundo temporal tuvo
un principio. Un número infinito de partes de tiempo real, que se suceden y
agotan unas tras otras, es una contradicción tan evidente que ningún hombre,
cabría uno pensar, cuyo juicio no está corrompido, en vez de ser mejor debido a
la ciencia, podría admitir» 4. Ahora bien, si ambas premisas son verdaderas,
debemos concluir que debió haber un Creador del universo temporal y espacial
que llamamos cosmos. Por lo tanto, Dios existe.
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