La transfiguración fue un hecho sin precedentes en la vida de los apóstoles que estuvieron con Jesucristo, un privilegio que sólo pudieron gozar tres de sus discípulos. ¿Qué ocurrió? ¿Qué significó teológicamente? Sin duda fue algo extraordinario, digno de resaltar y de comentar.
De los cuatro evangelios, tres nos dedican un relato de este suceso, y sólo Juan no lo menciona, a pesar de haber sido uno de los privilegiados testigos. Y Pedro, en su segunda carta, lo rememora con la importancia debida.
El evangelio de Lucas nos comenta este hecho, y nos dice (Lc 9:28-36):
“Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente. Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén. Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él. Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía. Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd. Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.”
Primeramente debemos tomar en cuenta el contexto en que sucedieron estas cosas. Lucas nos dice que “aconteció como ocho días después de estas palabras…”, y a partir de allí narra lo que fue la transfiguración. Mateo nos dice que “Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto…” (Mt 17:1); mientras que Marcos registra que “Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan…” (Mc 9:2). Podemos ver que Marcos y Mateo concuerdan en cuanto a los días, mientras que Lucas da un claro aproximado cuando nos dice: “como…”. Pero preguntamos, ¿después de qué cosas? ¿Qué relevancia puede tener los días anteriores a este hecho? En el contexto inmediatamente anterior, Lucas nos presenta a Jesús hablando de su muerte, y pone en palabras de Jesús una declaración asombrosa: “Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.” (Lc 9:27). Mateo usa palabras más específicas y nos relata: “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.” (Mt 16:28). Y Marcos añade: “También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder.” (Mc 9:1).
A.T. Robertson, el erudito mejor informado del griego de la Biblia, nos dice que
“Marcos habla del reino de Dios como “venido” (elëluthuian, segundo participio perfecto activo); Mateo como “viniendo” (erchomenon), referido al Hijo del Hombre, en tanto que Lucas no tiene ninguna de ambas formas.” Pero Robertson agrega algo que es crucial en nuestro estudio cuando dice: “La Transfiguración… puede también señalar simbólicamente a su segunda venida”.
Jesús había dicho que algunos de los que estaban con él no gustarían la muerte, o no morirían, hasta que hubieran visto un hecho bien extraordinario: Lucas lo narra como el Reino de Dios, Mateo como el Hijo del Hombre viniendo en su Reino, y Marcos como el Reino de Dios venido con poder. Y todos dijeron exactamente lo correcto!
Seis días después de que Jesús dijera esto, los llevó, a Pedro, Jacobo y Juan, a orar a un monte. Y luego lo que sucede allí es trascendental: su rostro resplandeció, sus vestidos se volvieron blancos refulgentes, y aparecieron ante ellos dos personas íconos de la historia judía: Elías y Moisés. A esto pues, se refería Jesús cuando dijo que algunos no gustarían la muerte. Y la transfiguración resultó ser precisamente eso: una muestra del Señor vestido de su Gloria, o el Reino de los Cielos venido con Poder.
Ahora bien: ¿guarda el hecho de la transfiguración alguna relación con la futura segunda venida de Jesucristo? Sí. El mismo Cristo lo dijo: “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.” (Mt 16:28), y Pedro, de la manera más solemne lo destaca cuando expresa:
“Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. 17Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. 18Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.” (2ª Pedro 1:16-18)
Moisés y Elías
Algo que no podemos pasar por alto es la presencia de Moisés y Elías en el monte de la transfiguración. ¿Qué valor tuvo la presencia de estos profetas en esta escena? ¿De qué hablaron? ¿Qué hicieron? ¿Estaban vivos? La palabra que Lucas nos presenta como “aparecieron” es el griego “ophthentes”, que se deriva del verbo optomai que es de donde proviene nuestro término castellano óptico. Vine nos dice que éste término se deriva a su vez de ops, que quiere decir “ojo”, y es un término que se usa objetivamente o subjetivamente. Por lo general, hace énfasis en un objeto que se ve y no en la acción de mirar. Esto explica el hecho de que Elías y Moisés hayan aparecido en esta escena. Podemos entonces preguntarnos: ¿realmente estaban Moisés y Elías en el monte? ¿O fue meramente una visión? Hay quienes alegan sin ningún fundamento que la visión que tuvieron Pedro y los discípulos era netamente espiritual y subjetiva. ¿Qué opina Usted de esto? Bueno, A.T. Robertson señala que hay suficiente objetividad garantizada por el hecho de haber sido vistos los tres, o sea, Moisés, Elías y Jesús, y esto está confirmado claramente, pues si los evanleistas hubieran querido expresar que se trataba de una visión psicológica, lo hubieran dicho con el término apropiado, y no con éstos que se refieren casi siempre a mirar objetivamente, palpablemente. Este hecho queda parcialmente explicado en la petición de Pedro de hacer tres enramadas, una para Jesús, otra para Moisés y otra para Elías, y si tal fue la petición de Pedro es porque obviamente estaba viendo objetiva y palpablemente a los profetas del Antiguo Testamento.
Pero tanto Lucas como Marcos nos relatan con un término que generaliza la visión: “y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.” ¿Qué es lo que habían visto, una visión palpable u objetiva o algo irreal como nos quieren hacer creer algunos sectarios? Lucas usa el término horao, que además de significar una visión literalmente física, incluye la acción de percibir como una añadidura. Marcos, por su parte, utiliza eido, que es el aoristo de jorao, y literalmente significa ver con los ojos.
Hay quienes, en un intento desesperado de pasar por alto la verdad que hemos venido tocando, dicen que no podía tratarse de algo real pues Mateo dice que se trataba de una visión, y una visión debe ser tomada como un hecho psicológico. ¿Es cierto eso? Veamos:
El término visión viene dado por tres términos griegos, que son: jorama, jorasis, y optasía. Mateo dice: “Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión (jorama), hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.” (17:9). Vine define el término así: “aquello que es visto (jorao), denota: (a) un espectáculo (Mt 17.9; Hch 7.31); (b) una aparición, visión (Hch 9.10,12, tr; 10.3,17,19; 11.5; 12.9; 16.9,10; 18.9).
William Barclay, el erudito del griego profesor de la Universidad de Glasgow, comenta que “allí se le aparecieron Moisés, el gran legislador del Pueblo de Israel, y Elías, el más grande de sus profetas. Era como si los príncipes de la vida, del pensamiento y de la religión de Israel le dijeran que siguiera adelante.”
El Dios de las Promesas
No olvidemos que la Transfiguración es una especie de muestra de cómo son los días de Gloria de Jesucristo, de cómo viene el Reino de Dios. Es un cumplimiento anticipado, un privilegio que gozaron tres discípulos, un hecho que nos dice que Dios puede bendecirnos mostrando sus planes a favor nuestro y de su obra, que en una muestra de su gran bondad y misericordia puede incluso darnos un reflejo de la Gloria reservada para los siglos posteriores, para los tiempos y las sazones exclusivas de Dios.
Hay burladores, incrédulos que niegan totalmente que Cristo vino una primera vez, y niegan rotundamente la posibilidad de una segunda venida; así también hay grupos que se autodenominan “cristianos” y que no creen que Cristo pueda venir de nuevo. Los partidarios de sectas y otras religiones se burlan de este aspecto teológico, pero la Biblia declara: “Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre.” (Mt 10:23). En palabras del mismo Jesucristo, Mateo escribió: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.” (Mt 24:30). El apóstol Pablo estaba totalmente persuadido de esto, y escribió a Tito: “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo…” (Tito 2:13). Y aunque esta gran promesa recorra plácida y verazmente las páginas del Nuevo Testamento, no debemos sorprendernos por encontrarla también en el A.T. Isaías escribió: “Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos.” (Is 26:21). Otro texto anunciado por el mismo profeta declara: “Porque he aquí que Jehová vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con furor, y su reprensión con llama de fuego…” (66:15).
Un diccionario Bíblico resalta lo siguiente en el concepto de la segunda venida:
“El concepto del Mesías en el Antiguo Testamento abarca títulos como profeta, rey eterno, sacerdote, siervo sufriente (Siervo de jehová) e Hijo del Hombre. Esta última figura es la más intrigante de todas, especialmente para nuestro propósito aquí. El Hijo del Hombre ha de venir sobre las nubes para imponer sobre la tierra un reino de justicia, el cual compartirá con sus santos, su pueblo (Dn 7.18, 22). La combinación de todos estos conceptos del Mesías resultaba incomprensible para los profetas del Antiguo Testamento, como también para los contemporáneos de Jesús. ¿Cómo podrían combinarse todas esas características en un solo personaje? Este misterio no se aclara sino hasta la enseñanza de Jesús en los Evangelios. Lo que se conceptuaba en el Antiguo Testamento como una sola venida del Mesías llegaba a convertirse en dos venidas, según la enseñanza de Jesús.”
Y esta promesa se halla plasmada en toda la Biblia, desde Génesis hasta el Apocalipsis. Pedro describe en cierta forma la manera de pensar que tienen los incrédulos: “sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, 4y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación.” (2ª Pedro 3:3,4) Pero más adelante el mismo apóstol resalta: “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.” (vers 8-10).
Entonces Jesucristo vendrá. Lo prometió en varias ocasiones; lo predicó; lo enseña la Biblia de principio a fin, y por si fuera poco, adelantó a tres de sus discípulos cómo será ese día como para que no duden, ni por un segundo, que cuando Dios habla es porque ya está cumplida su promesa, que es el Dios que promete y cumple y que sus obras no hay quien las alcance. Es el dador de la vida, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob...
El Señor vendrá, y el escenario está preparado para ello: hay quienes anhelan el regreso corporal de Cristo, mientras que hay quienes desean que se retrase aún más. Jesucristo, como colofón final, declaró: “El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve.” (Ap 22:20). ¿Puede hacer usted esta oración: “Amén; sí, ven, Señor Jesús.”
Para finalizar, citaré las palabras de un conocido predicador:
“Trágicamente, hay millones de personas en la Iglesia que han estado satisfechas con tomar la fidelidad a la iglesia como sustituto del cristianismo. Están satisfechas con lo externo, y nunca han tenido la realidad de Cristo en sus corazones. Nunca se han arrepentido de sus pecados, ni se han rendido a Cristo como su Señor y Maestro… Si hemos creido en Jesucristo y lo hemos invitado para que entre en nuestro corazón y sea Señor de nuestra vida, entonces sabemos que hemos sido perdonados. Sabemos que vamos camino al cielo. Sabemos que cuando El venga nos tomará consigo para que estemos con Él para siempre en la gloria, en ese lugar que El ha preparado para nosotros.”
Bibliografía Consultada:
1 Robertson, A.T. Imágenes verbales del Nuevo Testamento, tomo 2.Editorial Clie. Barcelona, pag 150.
2 Ibid.
3 Vine, W.E., Vine Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo, (Nashville: Editorial Caribe) 2000, c1999.
4 Barclay William, Comentario al Nuevo Testamento, Volumen 4. 1970 Editorial Clie, versión española de 1994. Pág 157.
5 Nelson, Wilton M., Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1998.
6 Kennedy, D.James, Por qué creo. Editorial Vida, Miami, 1980. Pág 168.
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